sabato 23 ottobre 2021

Lo que sucedió a un mancebo el día que se casó

 ESPAÑOL / ITALIANO /ENGLISH

Un día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le decía:

—Patronio, un pariente mío me ha dicho que lo quieren casar con una mujer muy rica, y aunque es más honrada que él, el casamiento sería muy bueno para él si no fuera por un embargo que ahí hay, y el embargo es éste: Me dijo que le dijeron otros que aquella mujer era la más fuerte y la más brava cosa del mundo, y ahora ruego a vos que me aconsejéis si le mande que case con aquella mujer—pues sabe de cual manera es—, o si le mande que lo no haga.

—Señor conde Lucanor —dijo Patronio— si él fuera tal como fue un hijo de un hombre bueno que era moro, aconsejadle que case con ella; más si no fuere tal, no se lo aconseja. 

Y el conde le rogó que le dijera cómo era aquello.

Patronio le dijo que en una villa vivía un moro honrado que vivía con un hijo, el mejor mancebo que en el mundo podría ser, pero no era tan rico que pudiese cumplir varios proyectos que quería hacer. 

 Por eso el moro estaba muy preocupado, porque tenía la voluntad y no tenía el poder.

En aquella misma villa vivió otro moro mucho más honrado y más rico que el padre del mancebo, que sólo tenía una hija, y era de carácter muy distinto al de aquel mancebo, que cuanto en él había de buenas maneras, tanto lo tenía aquella hija del hombre bueno de malas, por lo cual ningún hombre en el mundo querría casarse con aquel diablo.

Aquel mancebo tan bueno fue un día a su padre y le dijo que bien sabía él que no era tan rico que pudiese darle con que él pudiese vivir a su honra, y que pues le convenía o pasar miseria y pobreza o irse de aquella tierra. 

Por lo tanto, le preguntaba si a él le parecía que era más inteligente buscar algún casamiento con el que pudiese mantenerse y pasar la vida.

 El padre le dijo que le placería mucho poder hallarle un matrimonio ventajoso.

Le dijo el hijo a su padre que, si él quería, podía arreglar que aquel hombre bueno, que tenía aquella hija tan mala, se la diese por esposa. Y cuando el padre oyó esto fue muy maravillado y le dijo que cómo podía pensar en tal cosa, que no había hombre que la conociese que, por pobre que fuera, quisiera casarse con ella. El hijo le dijo que hiciese el favor de concertar aquel matrimonio.

 Tanto le insistió que, aunque al padre le pareció algo muy extraño, le dijo que lo haría.

Marchó luego a casa de aquel buen hombre, del que era muy amigo, y le contó todo lo que había pasado con su hijo, que se atrevía a casarse con su hija, que le gustaba, y que se la diera en matrimonio. 

Cuando el buen hombre oyó hablar así a su amigo, le contestó:—Por Dios, amigo, si yo autorizara esa boda sería vuestro peor amigo, pues tratándose de vuestro hijo, que es muy bueno, yo pensaría que le hacía grave daño al consentir su perjuicio o su muerte, porque estoy seguro de que, si se casa con mi hija, morirá, o su vida con ella será peor que la misma muerte. 

Mas no penséis que os digo esto por no aceptar vuestra petición, pues, si la

queréis como esposa de vuestro hijo, a mí mucho me contentará entregarla a él o a cualquiera que se la lleve de esta casa.

Su amigo le respondió que le agradecería mucho su advertencia, pero, como su hijo insistía en casarse con ella, le volvía a pedir su consentimiento.

El casamiento fue hecho, llevaron a la novia a casa de su marido y, como eran moros, siguiendo sus costumbres les prepararon la cena, les pusieron la mesa y los dejaron solos hasta la mañana siguiente. Pero los padres y las madres y parientes del novio y de la novia estaban con mucho miedo, pues pensaban que al día siguiente encontrarían al joven muerto o muy mal herido.

Al quedarse los novios solos en su casa, se sentaron a la mesa y, antes de que ella pudiese decir nada, miró el novio a una y otra parte de la mesa y, al ver un perro, le dijo ya bastante airado:—¡Perro, danos agua para las manos!

El perro no lo hizo. El mancebo comenzó a enfadarse y le dijo más bravamente que les trajese agua para las manos. Pero el perro no lo hizo. Viendo que el perro no lo hacía, el joven se levantó muy enfadado de la mesa y agarró la espada y fue directo hacia el perro. 

Y cuando el perro lo vio venir hacia sí, comenzó a huir, y él en pos del perro, saltando ambos por la ropa y por la mesa, y por el fuego, y tanto anduvo en pos de él hasta alcanzarlo.

Lo sujetó y le cortó la cabeza, las patas y las manos, haciéndolo pedazos y ensangrentando toda la casa, la ropa y la mesa.

Después, muy enojado y ensangrentado, volvió a sentarse a la mesa y miró en derredor. Vio un gato, al que mandó que trajese agua para las manos; y porque el gato no lo hacía, le gritó:—¡Cómo, falso traidor! ¿No viste lo que hice con el perro por no obedecerme? Yo prometo que, si un punto más disputas conmigo, que tendrás el mismo destino que el perro.

El gato no lo hizo y así se levantó el mancebo, lo cogió por las patas y lo estrelló contra la pared, haciendo de él más de cien pedazos y demostrando con él mayor ensañamiento que con el perro.

Así, enfadado y colérico, volvió a la mesa y miró a todas partes. La mujer, al verlo hacer todo esto, pensó que se había vuelto loco y no decía nada.

Después de mirar por todas partes, vio a su caballo, que estaba en la casa y, aunque era el único que tenía, le dijo muy bravamente que les trajese agua para las manos; pero el caballo no le hizo. 

Al ver que no lo hacía, le dijo:—¡Cómo, don caballo! Solamente porque no hay otro caballo, ¿por eso os dejaré si no hacéis lo que yo os mande?…tan mala muerte os daré como a los otros, y no hay cosa viva en el mundo que no haga lo que yo mande, que eso mismo no le haré.

El caballo estuvo quieto. Cuando el mancebo vio que el caballo no le obedecía, se acercó a él, le cortó la cabeza con mucha rabia y luego lo hizo pedazos.

Cuando la mujer vio que mataba al caballo, aunque no tenía otro, y que decía que haría lo mismo con quien no le obedeciese, pensó que no se trataba de una broma y le entró tantísimo miedo que no sabía si estaba viva o muerta.


Él, así—bravo, furioso y ensangrentado—, volvió a la mesa, jurando que, si mil caballos, hombres o mujeres hubiera en su casa que no le hicieran caso, los mataría a todos. Se sentó y miró a un lado y a otro, con la espada llena de sangre en el regazo; cuando hubo mirado muy bien, al no ver a ningún ser vivo sino a su mujer, volvió la mirada hacia ella muy bravamente y le dijo con muchísima furia, mostrándole la espada en su mano:—Levantados y dadme agua para las manos.

La mujer, que no esperaba otra cosa sino que la despedazara toda, se levantó muy apriesa y le dio el agua para las manos. Él le dijo:—¡Ah! ¡Cuánto agradezco a Dios porque habéis hecho lo que os mandé! Porque de otra guisa, habría hecho con vos lo mismo que con ellos.

Después le mandó que le sirviese la comida y ella lo hizo, y con tal sonse lo decía que ella ya pensaba que su cabeza era ida por el polvo. Y así pasó el hecho entre ellos aquella noche.

Así ocurrió entre los dos aquella noche, y nunca hablaba ella sino que se limitaba a obedecer a su marido. Cuando ya habían dormido un rato, le dijo él:—Con tanta ira como tuve esta noche, no puedo dormir bien. Procurad que mañana no me despierte nadie y preparadme un buen desayuno.


Cuando aún era muy temprano, los padres, madres y parientes se acercaron a la puerta y, como no se oía a nadie, pensaron que el novio estaba muerto o herido. Y vieron entre las puertas a la novia y no al novio, y  su temor se hizo muy grande.

Ella, al verlos junto a la puerta, se les acercó muy despacio y, con gran miedo, comenzó a decirles:—¡Ingratos! ¡Qué hacéis! ¿Qué hacéis ahí? ¿Cómo os atrevéis a llegar a esta puerta? ¿No os da miedo hablar? ¡Callaos, si no, todos moriremos, vosotros y yo!

Al oírla decir esto, fueron muy maravillados. Cuando supieron lo ocurrido entre ellos aquella noche, sintieron gran estima por el mancebo porque sabía imponer su autoridad y hacerse él con el gobierno de su casa. Desde aquel día en adelante, fue su mujer muy obediente y llevaron muy buena vida.

Pasados unos días, quiso su suegro hacer lo mismo que su yerno, y por aquella manera mató un gallo. Su mujer le dijo:—A la fe, don Fulano, tarde vos acordáis que ya bien nos conocemos.

Y concluyó Patronio:—Vos, señor conde, si vuestro pariente quiere casarse con esa mujer y tiene el carácter de aquel mancebo, aconsejadle que lo haga, pues sabrá mandar en su casa; pero si no es así y no puede hacer todo lo necesario, debe dejar pasar esa oportunidad. También os aconsejo a vos que, cuando habéis de tratar con los demás hombres, les deis a entender desde el principio cómo han de portarse con vos.

Si en el comienzo no muestras quién eres,nunca podrás después, cuando lo quisieres.

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ITALIANO

Un uomo che viveva con il figlio, eccellente persona,ma non tanto ricco da poter realizzare tutti i suoi progetti. 

Nella stessa città viveva un altro uomo più distinto e più facoltoso del primo, aveva solo una figlia, ma quanto il primo ragazzo era buono, tanto questa ragazza era cattiva; per questo motivo nessuno voleva prendere in sposa quel diavolo di donna. 

Un giorno quel ragazzo tanto buono disse al padre che, poiché non era tanto ricco da potergli dare ciò di cui aveva bisogno per vivere, gli sembrava più giudizioso cercare un matrimonio “conveniente”, in modo da poter portare a termine tutti i suoi progetti. 

Per aiutarlo, avrebbe potuto chiedere all’altro uomo di dargli la figlia cattiva in sposa. 

Suo padre non era d’accordo ma il figlio insistette tanto che, nonostante gli sembrasse molto strano, il padre accettò.

 Egli s’ incamminò fino a casa del buon uomo, raccontandogli la proposta del figlio. 

Celebrato il matrimonio, portarono la sposa a casa di suo marito e li lasciarono soli. 

Tutti erano preoccupati e credevano che il mattino seguente, avrebbero trovato il giovane morto o ferito.

 I due novelli sposi si sedettero al tavolo e prima che ella potesse dire qualcosa, il ragazzo ordinò al cane, in modo furioso, di versargli l’acqua per le mani. 

Il cane non obbedì e il ragazzo si alzò dalla sedia, prese la spada e gli tagliò la testa e le mani, insanguinando tutta la casa. 

Successivamente, il ragazzo ordinò lo stesso ad un gatto e ad un cavallo, ma nessuno dei due obbedì ed entrambi fecero la stessa fine del cane.

 Il giovane, sempre più furioso, tornò al tavolo e giurò di uccidere chiunque non gli avesse obbedito.  

Ordinò alla moglie di alzarsi e versargli acqua per le mani, la donna obbedì in fretta e il giovane continuò ad impartirle ordini.

Il giorno successivo, tutti i parenti, curiosi, si avvicinarono alla porta della casa dei giovani per origliare, la ragazza li vide e, arrabbiandosi, disse loro di fare silenzio, perché altrimenti, data l’ira del ragazzo, al suo risveglio avrebbe ammazzato tutti. 

Alsentire queste parole, rimasero sorpresi e quando seppero dell’accaduto, provarono grande stima perché il ragazzo aveva saputo imporre la sua autorità. 

Da quel giorno la moglie fu sempre obbediente e trascorsero una buona vita.

Se dal principio non mostri chi sei realmente, non potrai mai più farlo quando vorrai.

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ENGLISH

The Story of What Happened to a Young Man Who Married a Very Strong and Very Aggressive Woman

Once again Count Lucanor spoke with Patronio and told him:

"Patronio, my servant has told me that he is thinking of marrying a very rich woman who is more honourable than he. There is only one problem and the problem is this: He has been told that she is the most aggressive and strongest thing in the world. Should I tell him to marry her, knowing how she is, or tell him not to do it?"

"Count," said Patronio, "if he is like the son of a certain moor, tell him to marry her, but if he is not, tell him not to."

The count asked Patronio to explain.

Patronio told him that in a village there was a man who had the best son he could want, but because they were poor the boy could not undertake the great things that he would have liked to do. And in the same village, there was another man who was more honourable and richer than the father of this boy, and he only had a daughter, and she was quite the opposite of the boy. Whilst the boy had very good manners, the girl's were quite crude. No one would want to marry that devil woman!


One day, the boy went to his father and told him that rather than living in poverty or leaving his village, he would prefer to marry some rich woman. His father gave his accord, so the boy proposed to marry the daughter of that rich man. When his father heard this, he was much astonished and told him that he should not think of such things, that there was no one, however poor, who would want to marry her. His son only asked him to please arrange the marriage, and he insisted so strongly that finally his father consented, although it seemed foolish to him.

So he went to see the man, who was a good friend of his, and told him all that had passed between he and his son, and he begged that since his son would dare to marry the rich man's daughter, that he give her to him for his son. When the man heard that he said:

"By God, man, if I did such a thing, I would be a very false friend, because you have such a good son; I mustn't allow harm or death to come to him, and I am very sure that if he could marry my daughter, or he could die, death would seem better to him than life. And don't think that I say that so as not to satisfy your desire, because if you want me to, I will give her to your son, or to anyone who gets her out of my house."

And his friend thanked him much, and as his son did want the marriage, he asked him to arrange it.

The wedding took place, and the bride was brought to her husband's house. The moors have a custom of preparing a supper for the new married couple, setting the table for them, and leaving them alone in their house until the next day. That is how they did it, but the parents and the relatives of the bride and groom were afraid that the next day they would find the groom dead or badly battered.

When the two were alone in the house, they sat at the table, but before the woman said anything, her husband looked about the table and saw a dog, and he said to it angrily:

"Dog, give us some water for our hands!"

But the dog didn't do it, and the man began to get angrier and told it more forcefully to give him water for his hands. But the dog didn't do it, and when the man saw that the dog wasn't going to do it, he got up very angrily from the table, took up his sword, and went for the dog. When it saw him coming, it fled, and they both jumped over the table and over the fire until the man overtook the dog and cut off its head and its legs, and tore it to pieces, and bloodied all of the house, and all of the table, and his clothes.

And thus, very angry and covered in blood, he sat down again at the table and looked about. Now he saw a cat and told it to give him water for his hands, and when it did not do it, he said:

"What, false traitor! Did'st thou not see what I did to the dog because he refused to do what I ordered him? I swear to God that if thou dost not do what I order thee, I will do the same to thee as the dog."

The cat didn't do it because it is not the custom of dogs or of cats to give water for washing the hands, and since it didn't do it, the man got up and took the cat by the legs and smashed it against the wall, breaking it into more than a hundred pieces, and getting angrier than he had at the dog.

And thus, very wrathful, and gesturing ferociously, he returned to sit at the table, and looked about the whole house. The woman, who saw him do all that, thought that he was mad and didn't say anything. When the man had looked all about, he saw his horse, which was in the house, and which was the only horse he had, and he told it very ferociously to give him water for his hands, but the horse didn't do it. When he saw this, the man said:

"What, horse! Thinkest thou that because I do not have another horse that I will do nothing if thou dost not what I order thee to do? Be careful, because if dost not what I order thee, I swear to God that I will do the same to thee as the others, because I would do the same to whoever doth not what I order him."

The horse didn't move, and when he saw that it didn't do what he told it, he went to it and cut off its head with as much wrath as he could muster and chopped it to pieces.

When the woman saw that he killed the only horse he had and said that he would do that to anyone who didn't obey him, she realised that the man was not jesting and she was so afraid that she did not know whether she was dead or alive.

And the man, ferocious, wrathful and bloody, returned to the table swearing that if there were a thousand horses in the house and men and women who didn't obey him, that he would kill them all. And he sat down and looked all about, holding the bloody sword in his lap, and after looking in every part of the house, he didn't see any living thing, he turned his eyes to his wife ferociously and said to her with great wrath, with the sword in his hand:

"Get up and get me some water for my hands!"

His wife, who was sure that he would chop her to pieces, got up quickly and got him some water for his hands.

"O, thank God that thou did'st what I told thee, for if thou hadst not, with the anger given me by those crazy animals, I would have done the same to thee as I did to them!"

Then he told her to give him food, and she did.

And always when he said something, he said it in such a tone that she thought he would cut off her head.

Thus passed that night: she never spoke and did what he told her to do, and when they had been sleeping only a short while, he said:

"With the wrath I have had tonight, I have not been able to sleep well. Let not anyone wake me up in the morning, and prepare me a good breakfast."

In the morning, the parents and relatives came to the door and because no one was talking they thought that the man was dead or wounded. They thought so even more when they saw the woman at the door and not the man.

When she saw them at the door, she went over very slowly and fearfully and told them:

"Are you insane? What have you done? How dare you speak here! Shut up, or we shall all die!"

Upon hearing this, they were surprised, and they esteemed the man highly who commanded his house so well.

From then on, his wife was very obedient and they lived happily.

A few days later the young man's father in law wanted to do what he had done, and he killed a rooster in the same way, but his wife said to him:

"In faith, don Fulano, thou hast done this much too late! It would be worthless now if thou did'st kill a hundred horses, because we already know each other."

"And so," said Patronio to the count, "if your servant wishes to marry with such a woman, he must only do it if he is like that man who knew how to tame the ferocious woman and govern in his house."

The count accepted Patronio's advice and all was well.

If at the beginning you don't show who you are,You will never be able to later, when you would like to.

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